 
  
 
   "...declaramos,
 proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima 
Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original 
en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio 
de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador 
del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y 
constantemente creída por todos los fieles..." (Bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX ) 
 
              
 
La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción.  
Como demostraremos, esta doctrina es de origen apostólico, aunque el dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.  
 
 "...declaramos,
 proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima 
Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original 
en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio 
de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador 
del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y 
constantemente creída por todos los fieles..." (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854) 
 
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La Concepción:
 Es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia 
orgánica  procedente de los padres. La concepción es el momento en que 
comienza la vida humana. 
Cuando
 hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la 
concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin pecado.
 El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de gracia 
santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre Santa 
Ana. Es decir María es la "llena de gracia" desde su concepción.  
La
 Encíclica "Fulgens corona", publicada por el Papa Pío XII en 1953 para 
conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada 
Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la Santísima 
Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido
 contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, 
entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de 
tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla 
desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la 
Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» 
Fundamento Bíblico 
La
 Biblia no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción,
 como tampoco menciona explícitamente muchas otras doctrinas que la 
Iglesia recibió de los Apóstoles. La palabra "Trinidad", por ejemplo, no
 aparece en la Biblia. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la 
Biblia cuando ésta se interpreta correctamente a la luz de la Tradición 
Apostólica.  
El primer pasaje que contiene la promesa de la redención (Genesis 3:15) menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium,
 donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, 
la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella
 será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por 
el pecado. Solo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia 
puede explicar que continúe la enemistad entre ella y la serpiente. El 
Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que 
vendrá un redentor.  Junto a El se manifestará su obra maestra: La 
preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal.  
En Lucas 1:28 el ángel Gabriel enviado por Dios le dice a la Santísima Virgen María «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.». Las palabras en español "Llena de gracia" no hace justicia al texto griego original que es "kecharitomene"
 y significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural 
del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no "prueba" la Inmaculada
 Concepción de María ciertamente lo sugiere.  
El Apocalipsis narra
 sobre la «mujer vestida de sol» (Ap 12,1).  Ella representa la santidad
 de la Iglesia, que se realiza plenamente en la Santísima Virgen, en 
virtud de una gracia singular. Ella es toda esplendor porque no hay en 
ella mancha alguna de pecado. Lleva el reflejo del esplendor divino, y 
aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su 
pueblo. 
 
Los Padres de la Iglesia y la Inmaculada  
Los Padres se referían a la Virgen María como la Segunda Eva (cf. I Cor. 15:22), pues ella desató el nudo causado por la primera Eva.  
Justín (Dialog. cum Tryphone, 100),  
 
Ireneo (Contra Haereses, III, xxii, 4),  
 
Tertuliano (De carne Christi, xvii), 
 
Julius Firm cus Maternus (De errore profan. relig xxvi),  
 
Cyrilo of Jerusalem (Catecheses, xii, 29),  
 
Epiphanius (Hæres., lxxviii, 18),  
 
Theodotus of Ancyra (Or. in S. Deip n. 11), and  
 
Sedulius (Carmen paschale, II, 28). 
 
 
También
 se refieren a la Virgen Santísima como la absolutamente pura San 
Agustín y otros.  La iglesia Oriental ha llamado a María Santísima la 
"toda santa" 
 
 En el siglo IX se introdujo en Occidente la fiesta de la Concepción de María, primero en Nápoles y luego en Inglaterra.
  Hacia el año 1128, un monje de Canterbury llamado Eadmero escribe el primer tratado sobre la Inmaculada Concepción donde rechaza la objeción de San Agustín contra
 el privilegio de la Inmaculada Concepción, fundada en la doctrina de la
 transmisión del pecado original en la generación humana.  
La
 castaña, escribe Eadmero, «es concebida, alimentada y formada bajo las 
espinas, pero que a pesar de eso queda al resguardo de sus pinchazos». 
Incluso bajo las espinas de una generación que de por sí debería 
transmitir el pecado original, María permaneció libre de toda mancha, 
por voluntad explícita de Dios que «lo pudo, evidentemente, y lo quiso. 
Así pues, si lo quiso, lo hizo».
  Los grandes teólogos del siglo 
XIII presentaban las mismas dificultades de San Agustín: la redención 
obrada por Cristo no sería universal si la condición de pecado no fuese 
común a todos los seres humanos. Si María no hubiera contraído la culpa 
original, no hubiera podido ser rescatada. En efecto, la redención 
consiste en librar a quien se encuentra en estado de pecado.  El franciscano Juan Duns Escoto,
 al principio del siglo XIV, inspirado en algunos teólogos del siglo XII
 y por el mismo San Francisco (siglo XIII, devoto de la Inmaculada), 
brindó la clave para superar las objeciones contra la doctrina de la 
Inmaculada Concepción de María. El sostuvo que Cristo, el mediador 
perfecto, realizó precisamente en María el acto de mediación más 
excelso: Cristo la redimió preservándola del pecado original. Se trata una redención aún más admirable: No por liberación del pecado, sino por preservación del pecado. 
  Escoto preparó
 el camino para la definición dogmática. Dicen que su inspiración le 
vino al pasar por frente de una estatua de la Virgen y decirle: "Dignare
 me laudare te: Virgo Sacrata"  (Oh Virgen sacrosanta dadme las palabras
 propias para hablar bien de Ti).
  1. ¿A Dios le convenía que su 
Madre naciera sin mancha del pecado original? - Sí, a Dios le convenía 
que su Madre naciera sin ninguna mancha. Esto es lo más honroso, para 
Él.
  2. ¿Dios podía hacer que su Madre naciera sin mancha de pecado original? - Sí, Dios lo puede todo, y por tanto podía hacer que su Madre naciera sin mancha: Inmaculada.
  3.
 ¿Lo que a Dios le conviene hacer lo hace? ¿O no lo hace? Todos 
respondieron: Lo que a Dios le conviene hacer, lo que Dios ve que es 
mejor hacerlo, lo hace.
  Entonces Scotto exclamó: Luego 1. Para Dios era mejor que su Madre fuera Inmaculada: o sea sin mancha del pecado original. 2. Dios podía hacer que su Madre naciera Inmaculada: sin mancha 3.
 Por lo tanto: Dios hizo que María naciera sin mancha del pecado 
original. Porque Dios cuando sabe que algo es mejor hacerlo, lo hace. 
Méritos:
 María es libre de pecado por los méritos de Cristo Salvador. Es por El 
que ella es preservada del pecado. Ella, por ser una de nuestra raza 
humana, aunque no tenía pecado, necesitaba salvación, que solo viene de 
Cristo. Pero Ella singularmente recibe por adelantado los méritos 
salvíficos de Cristo. La causa de este don: El poder y omnipotencia de 
Dios. 
Razón: La maternidad divina. Dios quiso prepararse un lugar puro donde su hijo se encarnara. 
Frutos:1-María
 fue inmune de los movimientos de la concupiscencia. Concupiscencia: los
 deseos irregulares del apetito sensitivo que se dirigen al mal. 
2-María
 estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida. 
Esta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, 
nunca optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia 
que había recibido.  
El
 dogma de la Inmaculada Concepción de María no ofusca, sino que más bien
 pone mejor de relieve los efectos de la gracia redentora de Cristo en 
la naturaleza humana. Todas las virtudes y las gracias de María 
Santísima las recibe de Su Hijo. La Madre de Cristo debía ser 
perfectamente santa desde su concepción. Ella desde el principio recibió
 la gracia y la fuerza para evitar el influjo del pecado y responder con
 todo su ser a la voluntad de Dios. A María, primera redimida por 
Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar sometida ni siquiera por un 
instante al poder del mal y del pecado, miran los cristianos como al 
modelo perfecto y a la imagen de la santidad que están llamados a 
alcanzar, con la ayuda de la gracia del Señor, en su vida. 
En
 torno a las ideas de Escoto se suscitó una gran controversia. Después 
de que el Papa Sixto IV aprobara, en 1477, la misa de la Concepción, esa
 doctrina fue cada vez más aceptada en las escuelas teológicas.  El Papa Sixto IV,
 en 1483, casi 4 siglos antes del dogma, había extendido la fiesta de la
 Concepción Inmaculada de María a toda la Iglesia de Occidente. 
 
Fue valioso también el aporte del mundo universitario. Las
 universidades de París, Maguncia y Colonia y, en España, la de Valencia
 (1530), Granada, Alcalá (1617), Salamanca (1618) y otras proclamaron a 
María Inmaculada como Patrona. Sus doctores, al recibir el grado, hacían
 voto y juramento de enseñar y defender la doctrina de la Inmaculada 
Concepción de María.  
 
La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María tiene un llamado para nosotros:1-Nos llama a la purificación. Ser puros para que Jesús resida en nosotros. 2-Nos llama a la consagración al Corazón Inmaculado de María, lugar seguro para alcanzar conocimiento perfecto de Cristo y camino seguro para ser llenos del Espíritu Santo. 
"Con
 la Inmaculada Concepción de María comenzó la gran obra de la Redención,
 que tuvo lugar con la sangre preciosa de Cristo. En Él toda persona 
está llamada a realizarse en plenitud hasta la perfección de la 
santidad" Juan Pablo II, 5-XII-2003. 
 
Respuesta a los argumentos contra la Inmaculada Concepción de María. 
1-
 Argumento: La Inmaculada  Concepción contradice la enseñanza de San 
Pablo: "todos han pecado y están lejos de la presencia salvadora de 
Dios" (Romanos 3:23).
  Respuesta católica: Si fuéramos a tomar las palabras de San Pablo "todos
 han pecado" en un sentido literal absoluto, Jesús también quedaría 
incluido entre los pecadores. Sabemos que esta no es la intención de S. 
Pablo ya que después menciona que Jesús "no conoció pecado" (2Cor 5,21; 
Cf. Hebreos 4:15; 1 Pedro 2:22).   
El
 dogma de la Inmaculada Concepción de María no contradice la enseñanza 
Paulina en Rm 3:23 sobre la realidad pecadora de la humanidad en 
general, la cual estaba encerrada en el pecado y lejos de Dios hasta la 
venida del Salvador. San Pablo enseña que Cristo nos libera del pecado y
 nos une a Dios (Cf. Efesios 2:5).  Esta es la enseñanza del Catecismo 
de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza 
humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado 
se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la 
transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la 
justicia originales». Pero Jesús tiene la potestad para preservar a su 
Madre del pecado aplicando a ella los méritos de su redención.  
San
 Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos 
pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la 
condenación» (Rom 5,12.18). El paralelismo entre Adán y Cristo se 
completa con el de Eva y María: La mujer tuvo un papel importante en la 
caída y lo tiene también en la redención.   
San Ireneo,
 Padre de la Iglesia del siglo II, presenta a María como la nueva Eva 
que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la 
desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la 
ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo 
Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más 
apta para cooperar en la redención.
  El pecado que mancha a toda 
la humanidad no puede entrar en el Redentor y su colaboradora. Con una 
diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia
 que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente 
santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador. Entonces, lo que Pablo declara en forma general para toda la humanidad no incluye a Jesús y a María.  
2-
 Argumento: Según algunos, María reconoce que ella era pecadora y que 
necesitó ser rescatada por la gracia de Dios (Lucas 1: 28, 47). Respuesta católica: Que
 María se declarara pecadora es falso. Que ella se declarara salvada por
 Dios es cierto. En Lc 1:48 ella reconoce que fue salvada. ¿De qué? Del 
dominio del pecado, por gracia de Dios. Pero para eso no tuvo que llegar
 a pecar. Dios la salvó preservándola del pecado. 
El dogma de la Inmaculada Concepción de María no niega que ella fue salvada
 por Jesús. En María las gracias de Cristo se aplicaron ya desde el 
momento de su concepción. El hecho de que Jesús no hubiese aún nacido no
 presenta obstáculo pues las gracias de Jesús no tienen barreras de 
tiempo y se aplicaron anticipadamente en su Madre. Para Dios nada es 
imposible.  
¿Cómo
 sabemos que La Virgen María fue concebida sin pecado? La fe católica 
reconoce que la revelación Bíblica necesita ser interpretada a la luz de
 la Tradición recibida de los Apóstoles y según el desarrollo dogmático 
que, por el Espíritu Santo, ha ocurrido en la Iglesia. De esta manera lo
 que esta ya en la Biblia en forma de semilla se llega a entender cada 
vez mejor.   
 
1.
 En la reflexión doctrinal de la Iglesia de oriente, la expresión llena 
de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue 
interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad 
singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura 
así la nueva creación.
  Además del relato lucano de la 
Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado
 Protoevangelio (Gn 3, 15) como una fuente escriturística de la verdad 
de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua 
versión latina: «Ella te aplastara la cabeza», ha inspirado muchas 
representaciones de la Inmaculada que aplasta la serpiente bajo sus 
pies.
  Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no 
corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la 
serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto por
 consiguiente, no atribuye a María sino a su Hijo la victoria sobre 
Satanás. Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una 
profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente
 con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada 
que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del 
Hijo.
  2. En el mismo texto bíblico, además se proclama la 
enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su
 descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente 
establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la 
cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga 
irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta
 de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su 
existencia. 
  A este respecto, la encíclica Fulgens corona, 
publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de 
la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si 
en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado 
privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción
 por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no 
habría ya –al menos durante ese periodo de tiempo, por más breve que 
fuera– la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición 
primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino 
más bien cierta servidumbre» (MS 45 [1953], 579).
  La absoluta 
enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, 
en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de 
pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la 
victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a 
su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le 
concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio 
de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.
  3.
 El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra 
atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue
 completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el 
privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo 
orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en 
consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.
  Como
 testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se 
suele citar también el capitulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla 
de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1). La exégesis actual concuerda en
 ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con 
dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva,
 el texto sugiere también una individual cuando afirma: «La mujer dio a 
luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de 
hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta 
identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a 
luz al Mesías. La mujercomunidad está descrita con los rasgos de la 
mujerMadre de Jesús.
  Caracterizada por su maternidad, la mujer 
«está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de 
dar a luz» (Ap 12, 2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al 
pie de la cruz (cf. Jn 19, 25), donde participa, con el alma traspasada 
por la espada (cf. Lc 2, 35), en los dolores del parto de la comunidad 
de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es 
decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo 
grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo. 
  Estas 
imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada 
Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa 
del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del 
Espíritu. 
  Por ultimo, el Apocalipsis invita a reconocer mas 
particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la 
mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se 
realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia 
singular.
  4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se 
basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la 
Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que 
afirman la universalidad del pecado.
  El Antiguo Testamento habla 
de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50, 
7; Jb 14, 2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como 
consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de 
uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5, 12. 18). 
Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el 
pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así 
«en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a
 toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza 
humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San
 Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no 
conoció pecado» (2 Co 5, 21) y así pudo hacer que sobreabundara la 
gracia «donde abundo el pecado» (Rm 5, 20).
  Estas afirmaciones no
 llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad 
pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se 
completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, 
notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la 
humanidad.
  San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con
 su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de
 Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de 
pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también 
María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para 
cooperar en la redención.
  El pecado, que como torrente arrastra a
 la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con 
una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la 
gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es 
totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del 
Salvador.  
 
Llena de Gracia, el nombre mas bello de María.  Benedicto XVI, 2006 
Queridos hermanos y hermanas: 
  Celebramos
 hoy una de las fiestas de la bienaventurada Virgen más bellas y 
populares: la Inmaculada Concepción. María no sólo no cometió pecado 
alguno, sino que quedó preservada incluso de esa común herencia del 
género humano que es la culpa original, a causa de la misión a la que 
Dios la había destinado desde siempre: ser la Madre del Redentor. 
  Todo
 esto queda contenido en la verdad de fe de la Inmaculada Concepción. El
 fundamento bíblico de este dogma se encuentra en las palabras que el 
Ángel dirigió a la muchacha de Nazaret: «Alégrate, llena de gracia, el 
Señor está contigo» (Lucas 1, 28). «Llena de gracia», en el original 
griego «kecharitoméne», es el nombre más bello de María, nombre 
que le dio el mismo Dios para indicar que desde siempre y para siempre 
es la amada, la elegida, la escogida para acoger el don más precioso, 
Jesús, «el amor encarnado de Dios» (encíclica «Deus caritas est», 12). 
  Podemos
 preguntarnos: ¿por qué entre todas las mujeres, Dios ha escogido 
precisamente a María de Nazaret? La respuesta se esconde en el misterio 
insondable de la divina voluntad. Sin embargo, hay un motivo que el 
Evangelio destaca: su humildad. Lo subraya Dante Alighieri en el último 
canto del «Paraíso»: «Virgen Madre, hija de tu hijo, humilde y alta más 
que otra criatura, término fijo del consejo eterno» (Paraíso XXXIII, 
1-3). La Virgen misma en el «Magnificat», su cántico de alabanza, dice 
esto: «Engrandece mi alma al Señor… porque ha puesto los ojos en la 
humildad de su esclava» (Lucas 1, 46.48). Sí, Dios se sintió prendado 
por la humildad de María, que encontró gracia a sus ojos (Cf. Lucas 1, 
30). Se convirtió, de este modo, en la Madre de Dios, imagen y modelo de
 la Iglesia, elegida entre los pueblos para recibir la bendición del 
Señor y difundirla entre toda la familia humana. 
  Esta 
«bendición» es el mismo Jesucristo. Él es la fuente de la «gracia», de 
la que María quedó llena desde el primer instante de su existencia. 
Acogió con fe a Jesús y con amor lo entregó al mundo. Ésta es también 
nuestra vocación y nuestra misión, la vocación y la misión de la 
Iglesia: acoger a Cristo en nuestra vida y entregarlo al mundo «para que
 el mundo se salve por él» (Juan 3, 17). 
  Queridos hermanos y 
hermanas: la fiesta de la Inmaculada ilumina como un faro el período de 
Adviento, que es un tiempo de vigilante y confiada espera del Salvador. 
Mientras salimos al encuentro de Dios, que viene, miremos a María que 
«brilla como signo de esperanza segura y de consuelo para el pueblo de 
Dios en camino» («Lumen gentium», 68). Con esta conciencia os invito a 
uniros a mí cuando, en la tarde, renueve en la plaza de España el 
tradicional homenaje a esta dulce Madre por la gracia y de la gracia. A 
ella nos dirigimos ahora con la oración que recuerda el anuncio del 
ángel.    
 
 
Oración a la Inmaculada Virgen María Santísima Virgen, yo creo y confieso vuestra Santa e Inmaculada Concepción pura y sin mancha. ¡Oh Purísima Virgen!, por vuestra pureza virginal, vuestra Inmaculada Concepción y vuestra gloriosa cualidad de Madre de Dios, alcanzadme de vuestro amado Hijo la humildad, la caridad, una gran pureza de corazón, de cuerpo y de espíritu, una santa perseverancia en el bien, el don de oración, una buena vida y una santa muerte. Amén" 
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Oraciones para todos los días de la novena: 
Señal de la cruz 
Canto 
Acto de contriciónSeñor
 mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Ante vuestra divina presencia 
reconozco que he pecado muchas veces y porque os amo sobre todas las 
cosas, me pesa de haberos ofendido. Ayudado de vuestra divina gracia, 
propongo no volver a caer más, confesarme y cumplir la penitencia que el
 confesor me imponga. Amén.
  Oración preparatoriaDios 
te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, 
Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida para Madre de Dios y
 preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu 
Concepción; así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida 
por ti, que, por la gracia de Dios, has sido elegida para ser madre del 
nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su sangre.
  A ti, 
purísima Madre, restauradora del caído linaje de Adán y Eva, venimos 
confiados y suplicantes en esta Novena, para rogarte nos concedas la 
gracia de ser verdaderos hijos tuyos y de tu Hijo Jesucristo, libres de 
toda mancha de pecado. Acordaos, Virgen Santísima, que habéis sido hecha
 Madre de Dios, no sólo para vuestra dignidad y gloria, sino también 
para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Acordaos que
 jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra 
protección e implorado vuestro socorro haya sido desamparado. 
  No
 me dejéis pues a mí tampoco, porque si no, me perderé; que yo tampoco 
quiero dejaros a Vos, antes bien cada día quiero crecer más en vuestra 
verdadera devoción. Y alcanzadme principalmente estas tres gracias: la 
primera, no cometer jamás pecado mortal; la segunda, un gran aprecio de 
la virtud, y la tercera, una buena muerte. Además dadme la gracia 
particular que os pido en esta Novena, si es para mayor gloria de Dios, 
vuestra y bien de mi alma. 
[Oración particular del día (ver abajo)] Oración finalRezar
 tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patris a la Santísima Trinidad, y
 luego pide lo que por intercesión de la Inmaculada Concepción deseas 
conseguir de la Novena.
  Bendita sea tu pureza Y eternamente lo sea, Pues todo un Dios se recrea En tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, Te ofrezco en este día Alma, vida y corazón. ¡Mírame con compasión! ¡No me dejes, madre mía! 
Cantos 
 
DÍA PRIMERO Oración particular  ¡Oh
 Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así 
como preservaste a María del pecado original en su Inmaculada Concepción
 y a nosotros nos hiciste el gran beneficio de libramos de él por medio 
de tu santo bautismo, así Te rogamos humildemente nos concedas la gracia
 de portarnos siempre como buenos cristianos, regenerados en Ti, 
Padrenuestro Santísimo. 
 
DÍA SEGUNDO Oración particular ¡Oh
 Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así 
como preservaste a María de todo pecado mortal en toda su vida y a 
nosotros nos das gracia para evitarlo y el sacramento de la confesión 
para remediarlo, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu 
Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de no cometer nunca pecado 
mortal, y si incurrimos en tan terrible desgracia, la de salir de él 
cuanto antes, por medio de una buena confesión. 
 
DÍA TERCERO Oración particular ¡Oh
 santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así 
como preservaste a María de todo pecado venial en toda su vida, y a 
nosotros nos pides que purifiquemos más y más nuestras almas, para ser 
dignos de Ti, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre 
Inmaculada, nos concedas la gracia de evitar los pecados veniales y de 
procurar y obtener cada día más pureza y delicadez de conciencia. 
 
 DÍA CUARTO Oración particular ¡Oh
 Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así 
como libraste a María del pecado y le diste dominio perfecto sobre todas
 sus pasiones, así Te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre 
Inmaculada, nos concedas la gracia de ir domando nuestras pasiones y 
destruyendo nuestras malas inclinaciones, para que Te podamos servir con
 verdadera libertad de espíritu y sin imperfección ninguna. 
 
DÍA QUINTO Oración particular ¡Oh
 Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así 
como desde el primer instante de su Concepción diste a María mas gracia 
que a todos los Santos y Angeles del cielo, así Te rogamos humildemente 
por intercesión de tu Madre Inmaculada nos inspires un aprecio singular 
de la divina gracia que Tú nos adquiriste con tu sangre y nos concedas 
el aumentarla más y más con nuestras buenas obras y con la recepción de 
tus santos sacramentos, especialmente el de la comunión. 
 
DÍA SEXTO Oración particular ¡Oh
 Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así 
como desde el primer instante infundiste en María, con toda plenitud, 
las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo, así Te 
suplicamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos 
concedas a nosotros la abundancia de estos mismos dones y virtudes, para
 que podamos vencer todas las tentaciones y hagamos muchos actos de 
virtud dignos de nuestra profesión de cristianos. 
 
DÍA SEPTIMO Oración particular ¡Oh
 Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así 
como diste a María, entre las demás virtudes, una pureza y castidad 
eximia, por la cual es llamada Virgen de las Vírgenes, así Te 
suplicamos, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la 
dificilísima virtud de la castidad, que no se puede conservar sin tu 
gracia, pero que tantos han conservado mediante la devoción de la Virgen
 y tu protección. 
 
DÍA OCTAVO Oración particular ¡Oh
 Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así 
como diste a María la gracia de una ardentísima caridad y amor de Dios 
sobre todas las cosas, así Te rogamos humildemente, por intercesión de 
tu Madre Inmaculada, nos concedas un amor sincero a Ti, oh Dios y Señor 
nuestro, nuestro verdadero bien, nuestro bienhechor, nuestro Padre, y 
que antes queramos perder todas las cosas que ofenderte con un solo 
pecado. 
 
DÍA NOVENO Oración particular ¡Oh
 Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro! Así 
como has concedido a María la gracia de ir al cielo y de ser en él 
colocada en el primer lugar después de Ti, así Te suplicamos 
humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas una 
buena muerte, que recibamos bien los últimos sacramentos, que expiremos 
sin mancha ninguna de pecado en la conciencia y vayamos al cielo para 
siempre gozar en tu compañía y la de nuestra Madre, con todos los que se
 han salvado por ella.
 
  LETANÍA A LA VIRGEN Señor, tened piedad de nosotros. Cristo, tened piedad de nosotros. Señor, tened piedad de nosotros. Cristo, óyenos. Cristo, óyenos. Cristo, escuchadnos, Cristo, escuchadnos, Dios, Padre celestial. Tened piedad de nosotros. Dios, Hijo, Redentor del mundo. Tened piedad de nosotros. Dios, Espíritu Santo. Tened piedad de nosotros. Trinidad Santa, un solo Dios. Tened piedad de nosotros.
 
  A las siguientes contestamos: “Ora pro nobis” o “Ruega por nosotros”
  Santa María, Santa Madre de Dios, Santa Virgen de las vírgenes, Madre de Cristo, Madre de la Divina Gracia, Madre purísima,  Madre castísima, Madre inviolada, Madre y virgen,  Madre inmaculada,  Madre amable, Madre admirable,  Madre del buen consejo, Madre del Creador, Madre del Salvador, Virgen prudentísima, Virgen digna de veneración, Virgen digna de exaltación, Virgen poderosa, Virgen clemente, Virgen fiel, Espejo de justicia, Trono de la sabiduría, Causa de nuestra alegría, Vaso espiritual, Vaso digno de honor, Vaso insigne de devoción, Rosa mística, Torre de David,  Torre de marfil,  Casa de oro,  Arca de la alianza,  Puerta del Cielo, Estrella de la mañana, Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Consoladora de los afligidos, Auxilio de los Cristianos, Reina de los Ángeles, Reina de los Patriarcas, Reina de los Profetas, Reina de los Apóstoles, Reina de los Mártires, Reina de los Confesores, Reina de las Vírgenes, Reina de todos los Santos, Reina, concebida sin pecado original, Reina, asunta a los Cielos, Reina del santísimo Rosario, Reina de la Paz,
  Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Perdonadnos, Señor. Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Escuchadnos, Señor. Cordero de Dios, que quitáis los pecados del mundo. Tened piedad de nosotros.
  V. Rogad por nosotros, Santa Madre de Dios. R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
  ORACIÓN
  Os
 rogamos, Señor Dios, que nos concedáis a vuestros siervos gozar de 
continua salud de alma y cuerpo; y que por la intercesión de la siempre 
Virgen Santa María, seamos libres de las tristezas de esta vida y 
gocemos de las eternas alegrías del cielo. Por Cristo Nuestro Señor. 
Amén. 
   
 
 
 
Esta página es obra de Las  Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y MaríaCopyright © 2009 SCTJM
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