(J. Bastante/Taizé).- Ocurrió hace ahora cinco años, durante la oración de la tarde en la Iglesia de la Reconciliación de Taizé. Tras el rezo, una joven perturbada asestaba varias puñaladas al hermano Roger Schultz, que fallecía momentos después, a los 80 años de edad. El fallecimiento del fundador de la comunidad cayó como un jarro de agua fría en toda la Cristiandad. Cinco años después de su muerte, el legado del religioso suizo continúa vivo, hasta el punto de convertir a Taizé en la capital del ecumenismo mundial. Muchos, además, reclaman que Roma abra el proceso de beatificación del religioso. Este viernes se cumplirán 70 años desde que el hermano Roger llegara a este pequeño pueblo francés, y comenzara esta experiencia de unidad, fe y reconciliación.
El 20 de agosto de 1940, en plena guerra mundial, el hermano Roger llegó solo al pueblo de Taizé con el proyecto de fundar una comunidad. Como él no deseaba que hubiera demasiadas palabras pronunciadas en las iglesias, la comunidad de Taizé marcó el doble aniversario de los 70 años de su fundación y de los 5 años de la muerte de su fundador por medio de una simple peregrinación, la tarde del sábado 14 de agosto.
Con las 5000 personas presentes en la colina, los hermanos se reunieron a las 19h.30 en un gran campo al lado del pueblo y celebraron al aire libre la primera parte de la oración común: cantos, un texto bíblico leído en varios idiomas por jóvenes de diversos continentes y un momento de silencio. Un joven italiano, originario de Trento, que vive en Taizé desde hace ya un cierto tiempo entró en la comunidad recibiendo el hábito blanco que llevan los hermanos.
Luego todos juntos, los hermanos y los miles de jóvenes de los setenta países que acababan de pasar la semana a Taizé, y también unos niños, atravesaron el pueblo en una peregrinación. Pasaron delante del cementerio de la pequeña iglesia románica dónde descansa el hermano Roger y dónde fue colocado, a la ocasión, el icono copto egipcio de la amistad, que era muy querido por el hermano Roger. Todos se dirigieron hacia la Iglesia de la Reconciliación donde se celebró la segunda parte de la oración común: se leyó el Evangelio de la resurrección y fueron iluminadas miles de pequeñas velas que cada uno tenía, simbolizando la esperanza de la resurrección.
Hoy la comunidad de Taizé reúne a unos cien hermanos, católicos y de diversos orígenes protestantes, procedentes de más de treinta naciones. Por su existencia misma, la comunidad es un signo concreto de reconciliación entre cristianos divididos y pueblos separados.
Los hermanos viven de su propio trabajo. No aceptan ningún donativo. Tampoco aceptan para sí mismos sus propias herencias, sino que la comunidad hace donación de ellas a los más pobres.
Algunos hermanos viven en lugares desfavorecidos del mundo para ser allí testigos de paz y para estar al lado de los que sufren. En estas pequeñas fraternidades en Asia, en África y en América Latina, los hermanos comparten las condiciones de vida de aquellos que les rodean, esforzándose en ser una presencia de amor al lado de los más pobres, de los niños de la calle, de los prisioneros, de los moribundos, de aquellos que han sido heridos hasta en lo más profundo por causa de rupturas de afecto o por abandono.
Con motivo de este doble acontecimiento, líderes de todas las confesiones cristianas han hecho llegar al hermano Alois -actual prior de Taizé- sus reconocimientos ante la figura del hermano Roger y la realidad de estos 70 años de ecumenismo real. Benedicto XVI, Rowan Williams o el patriarca Cirilo de la Iglesia Ortodoxa Rusa son algunos de ellos.
El 20 de agosto de 1940, en plena guerra mundial, el hermano Roger llegó solo al pueblo de Taizé con el proyecto de fundar una comunidad. Como él no deseaba que hubiera demasiadas palabras pronunciadas en las iglesias, la comunidad de Taizé marcó el doble aniversario de los 70 años de su fundación y de los 5 años de la muerte de su fundador por medio de una simple peregrinación, la tarde del sábado 14 de agosto.
Con las 5000 personas presentes en la colina, los hermanos se reunieron a las 19h.30 en un gran campo al lado del pueblo y celebraron al aire libre la primera parte de la oración común: cantos, un texto bíblico leído en varios idiomas por jóvenes de diversos continentes y un momento de silencio. Un joven italiano, originario de Trento, que vive en Taizé desde hace ya un cierto tiempo entró en la comunidad recibiendo el hábito blanco que llevan los hermanos.
Luego todos juntos, los hermanos y los miles de jóvenes de los setenta países que acababan de pasar la semana a Taizé, y también unos niños, atravesaron el pueblo en una peregrinación. Pasaron delante del cementerio de la pequeña iglesia románica dónde descansa el hermano Roger y dónde fue colocado, a la ocasión, el icono copto egipcio de la amistad, que era muy querido por el hermano Roger. Todos se dirigieron hacia la Iglesia de la Reconciliación donde se celebró la segunda parte de la oración común: se leyó el Evangelio de la resurrección y fueron iluminadas miles de pequeñas velas que cada uno tenía, simbolizando la esperanza de la resurrección.
Hoy la comunidad de Taizé reúne a unos cien hermanos, católicos y de diversos orígenes protestantes, procedentes de más de treinta naciones. Por su existencia misma, la comunidad es un signo concreto de reconciliación entre cristianos divididos y pueblos separados.
Los hermanos viven de su propio trabajo. No aceptan ningún donativo. Tampoco aceptan para sí mismos sus propias herencias, sino que la comunidad hace donación de ellas a los más pobres.
Algunos hermanos viven en lugares desfavorecidos del mundo para ser allí testigos de paz y para estar al lado de los que sufren. En estas pequeñas fraternidades en Asia, en África y en América Latina, los hermanos comparten las condiciones de vida de aquellos que les rodean, esforzándose en ser una presencia de amor al lado de los más pobres, de los niños de la calle, de los prisioneros, de los moribundos, de aquellos que han sido heridos hasta en lo más profundo por causa de rupturas de afecto o por abandono.
Con motivo de este doble acontecimiento, líderes de todas las confesiones cristianas han hecho llegar al hermano Alois -actual prior de Taizé- sus reconocimientos ante la figura del hermano Roger y la realidad de estos 70 años de ecumenismo real. Benedicto XVI, Rowan Williams o el patriarca Cirilo de la Iglesia Ortodoxa Rusa son algunos de ellos.
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