«Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor»
Por aquellos días salió un edicto de César Augusto 
ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento 
tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse,
 cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de
 Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él 
de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, 
que estaba encinta. Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del
 alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales
 y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue.
(Evangelio de Lucas)
 Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y 
vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel
 del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de 
temor.
El ángel les dijo: “No 
temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el 
pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el 
Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto 
en pañales y acostado en un pesebre”.
Y de pronto se juntó con 
el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios 
diciendo: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres
 en quienes él se complace”.
Cuando los ángeles, 
dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: 
“Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado”.
Fueron a toda prisa y 
encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al 
verlo, contaron lo que les habían dicho acerca de aquel niño;  y todos 
los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían.
María, por su parte, 
guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se
 volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y 
visto, tal como se les había dicho.
 
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