24/5/10

La Familia Salesiana celebra una fiesta especialmente ligada a Don Bosco


MARIA AUXILIADORA
23.05.10 | 21:54. Archivado en Sobre el autor

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24 de mayo. María Auxiliadora. Este año el veinticuatro coincide con la fiesta de Nuestra Señora del Rocío. Lunes de Pentecostés. Rocío de Dios en la llena de gracia, la mujer atenta al soplo del Espíritu, la mujer creyente a la escucha de la Palabra. Identificada con ella, carne de su carne, hasta darla a luz. Perseverante en la oración con los discípulos del Hijo. Mediadora. Auxilio de cuantos acuden a ella necesitados de Dios.

Este día es siempre una alegría. Para mi es recordar tantos otros meses de mayo, tantas fiestas de María Auxiliadora, tantas plegarias a los pies de la Virgen como brotaron de mis labios cuando era tan solo un niño. Pero, sobre todo, es reconocer que Dios ha hecho cosas grandes en mi vida por pura misericordia y que María ha sido siempre intercesión y presencia materna en mi camino de fe.

Al escribir estas líneas, no he podido evitar que la memoria y el corazón volasen hacia los recuerdos más íntimos. De cómo nació en mí el cariño a la Virgen de Don Bosco, de cómo aprendí a cantar con mis compañeros el Rendidos a tus plantas o de cómo saludaba a la Madre de la casa cada mañana al ir clase. Recuerdo mi infancia, mi colegio salesiano, rostros, lugares, situaciones... años entrañables que quedaron atrás y de los que siempre queda la memoria agradecida y una pincelada fugaz de agradable y cálida nostalgia.

En mi memoria, algunos recuerdos particularmente gratos de los años de colegio en la casa salesiana; recuerdos que saben de alegría y de fiesta, de veladas inolvidables, de teatro y tardes de fútbol, de aulas y de patio, de amigos, de familia, de juegos y buenos momentos; de salesianos auténticos, veraces y apasionados que supieron hacer crecer en mi corazón adolescente la fe: el encuentro con el Dios de la vida que se nos ha revelado en Jesucristo. Me transmitieron también el cariño a su madre, la esperanza de un futuro más pleno que está por llegar y el amor generoso que se acrisola en la entrega y en el compromiso cotidiano.

Años hermosos. Me cautivó tanto Don Bosco que me quedé con él; heredero, también yo, de su proyecto apostólico. Y siempre, la Auxiliadora: madre y maestra, mediadora y horizonte de plenitud; siempre la sentí de casa, paseando en los patios y en mis juegos. Ha sido muchas veces fortaleza en mi debilidad y consuelo en mi tristeza; aliento en mi peregrinar en la fe, esperanza en los momentos inciertos... y siempre Auxiliadora.

Aprendí a llamarla e invocarla desde pequeño como Auxilio de los cristianos. Fue, desde entonces, la Virgen de Don Bosco. Estoy seguro que también a mí, como él nos dijo, la Virgen me puso bajo su manto. Es como si en mi vida se cumpliese también la experiencia que el santo de los jóvenes nos transmitió: en nuestra familia, todo lo ha hecho ella.

Y así ha sido. No puedo desvincular mi vocación salesiana de la mediación materna de María; no me comprendo a mí mismo sin la cercanía entrañable de la Madre de Jesús en tantos momentos de la vida; no concibo mi maduración espiritual sin la devoción recia y filial a Santa María.

También en mí la confianza se hizo milagro cotidiano por su mediación materna y en tantas ocasiones mi agua se convirtió en vino por la palabra del Señor. Y comprendí sus palabras: "Haced lo que él os diga".

Y descubrí que María me precedía en el seguimiento de su Hijo intercediendo siempre, consolando siempre, alentando la esperanza siempre. Y en los momentos más duros, las palabras de Jesús: “Ahí tienes a tu Madre”. También yo quisiera, como el discípulo amado, acogerla como lo más precioso que nos dejó su Hijo.
¡Feliz fiesta de María Auxiliadora!

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