«LA IGLESIA, A TRAVÉS DE SUS PASTORES, RECONOCE SU AUTENTICIDAD»
Benedicto XVI presenta a santa Hildegarda como modelo de mística que se somete a la autoridad de la Iglesia
El papa Benedicto XVI alabó ayer el ejemplo que las mujeres han dado en la obra apostólica de la Iglesia, durante al audiencia general celebrada ayer en Castelgandolfo, donde pasa sus vacaciones estivales. Sentado en el umbral del portal del Palacio Apostólico, el Pontífice se dirigió a los fieles y peregrinos que abarrotaban la plaza de la localidad y exaltó las virtudes de santa Hildegarda de Bingen, religiosa benedictina y mística alemana, que nació en 1098 y vivió en Renania (Alemania) en el siglo XII.
(Agencias/InfoCatólica) San Hildegarda, recordó el Santo Padre, fue una santa de la Edad Media que amó a Cristo y sirvió a la Iglesia en un tiempo en que, como hoy, está herida por los pecados “de sus sacerdotes y de sus laicos”.
El Pontífice ha hablado de la santa alemana como modeloante litteram de aquel genio femenino que Juan Pablo II celebró cumplidamente en su carta apostólica Mulieris Dignitatem sobre la dignidad y vocación de la mujer con ocasión del año mariano. Es decir, mujeres, ha señalado Benedicto XVI, que “edificaron la Iglesia, a veces incluso sufragando, atendiendo ellas mismas, como hizo Hildegarda, las necesidades, más urgentes y graves que su jerarquía era incapaz de atender”.
El Santo Padre ha explicado que la religiosa alemana desarrolló un “papel precioso” en la vida de la Iglesia y se distinguió sobre todo por dos aspectos: como superiora del monasterio de san Disibodo, donde entró de muy joven, y como mística, capaz de vivir con humildad y sentido de sumisión el extraordinario don de las visiones interiores.
Sometida a la autoridad de la Iglesia
Precisamente el ejemplo de San Hildegarda como mística que busca someterse a la autoridad de la Iglesia llevó a Benedicto XVI a asegurar a los fieles que la persona depositaria de dones sobrenaturales no se aprovecha jamás, no los ostenta y sobre todo, muestra total obediencia a la autoridad eclesiástica.
Cada don otorgado por el Espíritu Santo, de hecho, es destinado a la edificación de la Iglesia, “y la Iglesia, a través de sus pastores, reconoce su autenticidad”, explicó. Es esto -añadió- el sello de una experiencia auténtica del Espíritu Santo, que surge de cada carisma.
“Como sucede siempre en la vida de los verdaderos místicos –afirmó el Papa- también Hildegarda quiso someterse a la autoridad de personas sapientes para discernir el origen de sus visiones, temiendo de que fueran fruto de ilusiones y que no vinieran de Dios”. Y lo hizo dirigiéndose a una de las máximas personalidades de la Iglesia de su tiempo, San Bernardo de Claraval, que la animó a que prosiguiera en su camino místico y sobrenatural
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