25/1/10

Infancia Misionera 2010

Los niños se unen para promover un mundo más justo y una sociedad más reconciliada y pacificada. Ellos son la mejor expresión de una sociedad que necesita mayor sencillez y humildad para afrontar los problemas más hondos que anidan en la misma. Los grandes desafíos que la humanidad debe afrontar, o se basan en mover las conciencias para buscar caminos de auténtica fraternidad y limpieza de corazón, o están abocados los humanos a un precipicio de desintegración de lo más noble que habita en su corazón. Pensemos en los graves riesgos que deben sortear los niños ya desde los comienzos de su vida y en el seno de la madre; muchos de ellos se encuentran indefensos de tal forma que nunca llegarán a ver la luz del sol.

La Iglesia se ha planteado siempre la necesidad de atender la infancia ante las amenazas tan diversas que existen. Es una vergüenza social que haya doscientos cincuenta mil niños que mueren de hambre todas las semanas, que más de trescientos mil niños sean enrolados como “niños soldado” en diversas guerras. Uno se pasma al constatar que más de trescientos millones de niños trabajan como esclavos y que mil millones de niños no han oído hablar de Jesucristo. Si a esto añadimos que muchísimos millones de bebés son destruidos antes de nacer en el seno de la madre por culpa del aborto, o las cifras no controladas y altísimas de niños que son sacrificados para conseguir sus órganos y venderlos, esto está demostrando la gran degradación de sentido humano a la que se está llegando.

La Infancia Misionera quiere ser expresión viva y aldabonazo fuerte a las conciencias de todos los seres humanos. Millones de niños pertenecen a esta institución católica, que tiene el objetivo de ayudarse entre los niños para ir construyendo una sociedad más llena de paz. Ellos son muy sensibles a esta labor y se lo piden, con la candidez de los pequeños, a Jesucristo, que se convierte en su aliado fundamental en este peregrinaje hacia una humanidad nueva. Son más de diez mil los niños españoles que colaboran generosamente en más de doscientos proyectos de ayuda a niños pobres necesitados de alimentos, de apoyo a hospitales de infancia y orfanatos, de ayuda a escuelas y capillas. De modo especial se ayuda a los niños de Asia y de África. Ellos son sensibles a las desgracias de sus amigos. Recuerdo de pequeño el día que rompí mi hucha para dar a los misioneros las pocas pesetillas que poseía. Aquel día me sentí muy feliz. Con el tiempo no solo comprobé que debía dar algo a los demás, sino más bien darme a los demás. Esta fue tal vez la espoleta que hizo nacer en mí el deseo de ser sacerdote, porque Dios pasea y se hace visible y palpable en el corazón generoso.

Cada año, en Obras Misionales Pontificias queremos fijarnos en un continente: el año pasado fue Asia y este año será África. Es una forma pedagógica para mirar, con la sencillez de los niños, a aquellos que habitan en uno de los continentes. Durante el mes de octubre del año pasado los obispos africanos se han encontrado en Roma con el Papa Benedicto XVI y el tema sobre el que han reflexionado y profundizado ha sido “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz: «Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo» (Mt 5, 13-14)”. En estos momentos el continente africano está creciendo considerablemente en vida cristiano-católica; ha pasado de cincuenta y cinco millones de católicos en 1978 a ciento sesenta y cuatro millones en 2007. Es una realidad que aumenta, y por ello la Iglesia en este continente, a pesar de las dificultades, crece continuamente. Como dice Benedicto XVI, esta Iglesia no solo propaga y profundiza la fe en Cristo, sino que también ayuda a los pueblos que aún sufren debido a la pobreza, las guerras o la falta de acceso a la educación y a la sanidad. Procuremos apoyar moral y materialmente a este continente de gran esperanza.

Tres temas fundamentales se han analizado en el Sínodo de África de 2009: la reconciliación, la justicia y la paz. Si en algo hemos de educar a los niños es en estas tres fuerzas motrices para construir una sociedad y humanidad nuevas. Pero para ser constructores de algo nuevo se ha de adquirir la relación con Dios. Y si esta relación no es correcta, todas las demás relaciones con cuanto puede haber de bueno, fundamentalmente no funcionan. El mundo, la sociedad, las relaciones humanas se han de ver a la luz de Dios. El ser humano no se ha inventado a sí mismo, y si fantásticamente quiere hacerse a su imagen, fracasa y de forma dramática desespera. Los niños tienen un espíritu sencillo y a ellos hemos de ayudar para que se formen en los profundos valores que animan la existencia humana. Las propuestas del hedonismo o del materialismo lo único que producen son monstruos desesperados que buscan, como locos, la felicidad y la paz.

La evangelización camina con firmeza si en la raíz está el Misterio de Dios. Las cosas del mundo van mal porque la relación con Dios no es ordenada. La misión importante es anunciar la vida en Jesucristo. Él es camino de vida nueva y nos muestra la grandeza de su amor que es misericordia: fuente de reconciliación. Nunca se puede perdonar si antes no nos hemos sentido perdonados. La fuerza del amor no solo es gratuidad, sino, ante todo, misericordia. La justicia se hace en Jesucristo verdad. Como decía Pablo VI, la consecución de la paz se logra trabajando por la justicia. Los caminos de la regeneración humana son estas tres luces de la reconciliación, de la justicia y de la paz.

Los niños de África, en esta Jornada de Infancia Misionera 2010, deben ser nuestros preferidos, y en ellos hemos de ver un proyecto de nueva humanidad. Al mismo tiempo que se promueven las realidades concretas, como son la educación, la promoción humana y la solidaridad, se ha de ahondar en el encuentro con Dios. Por ello a los niños, al ser muy receptivos, se les puede conducir por los caminos del Evangelio, que es encuentro de amistad con Jesucristo y de relación caritativa con los hermanos. Desde nuestra tierra española, trabajemos para que seamos generosos en nuestra plegaria, y pidamos a Dios que siga ayudando al continente africano en el nuevo proyecto que Dios mismo ha pensado. Ante la crisis mundial los niños africanos la viven de forma más cruel, y por ello hemos de ser más generosos, en nuestra colaboración económica, para que muchos niños encuentren sentido en su vida y puedan subsistir. Invito a todos los niños de España para que vivamos esta Jornada mirando a los niños de África y nos solidaricemos haciéndonos amigos de Jesús.

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