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Domingo 02 de Febrero de 2014Presentación del Señor
  Santoral: Catalina de Ricci, Cornelio, LorenzoMartirologio y efemérides latinoamericanos:
      2.2.1976: José Tedeschi, sacerdote y obrero, mártir de los 
inmigrantes y «villeros» en Argentina. Secuestrado. Su cadáver apareció 
días más tarde con evidentes señales de torturas.
     2.2.1991: Expedito Ribeiro de Souza, presidente del 
Sindicato de Trabajadores Rurales, en Rio Maria, Pará, Brasil, 
asesinado.
Malaquías 3,1-4
Entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáisAsí
 dice el Señor: "Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el 
camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien 
vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. 
Miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir 
el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un 
fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor 
que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y
 presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al 
Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los  días pasados, como
 en los años antiguos."
Salmo responsorial: 23
El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria. ¡Portones!, alzad los dinteles, / que se alcen las antiguas compuertas: / va a entrar el Rey de la gloria. R.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? / -El Señor, héroe valeroso; / el Señor, héroe de la guerra. R.
¡Portones!, alzad los dinteles, / que se alcen las antiguas compuertas: / va a entrar el Rey de la gloria. R.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? / -El Señor, Dios de los ejércitos. / Él es el Rey de la gloria. R.
Hebreos 2,14-18
Tenía que parecerse en todo a sus hermanosLos
 hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra
 carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que 
tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los 
que por miedo a la muerte pasaba la vida entera como esclavos. Notad que
 tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía
 que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo
 y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del 
pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los 
que ahora pasan por ella.
Lucas 2,22-40
Mis ojos han visto a tu SalvadorCuando
 llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres 
de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo 
con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será 
consagrado al Señor", y para entregar la oblación, como dice la ley del 
Señor: "un par de tórtolas o dos pichones."
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre 
justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu 
Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no
 vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el 
Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres 
para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y 
bendijo a Dios diciendo: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a
 tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien
 has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones
 y gloria de tu pueblo Israel." Su padre y su madre estaban admirados 
por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su 
madre: "Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se 
levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud 
de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma."
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de 
Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años 
casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del 
templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose
 en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los 
que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se 
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y 
robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo 
acompañaba.
 
    
 
 
 
          
      
 
  
 
 
 
  
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