24/1/11

La Diócesis de Valladolid cuenta con 230 misioneros repartidos por 39 países














Un gran mapa del mundo preside el vestíbulo de la sede de la Delegación de Misiones de Valladolid, en la calle Leopoldo Cano. En él, desperdigados por los cinco continentes, los nombres de los 230 misioneros de la provincia que en la actualidad propagan la fe católica en 39 países diferentes en los que, además, llevan a cabo distintas labores sociales y humanitarias.
Algunos son sacerdotes diocesanos, otros -los menos- seglares y la mayoría son religiosos y religiosas -116 mujeres y 114 varones- pertenecientes a 65 congregaciones u organizaciones. Pero todos ellos tienen en común que un buen día decidieron liarse la manta a la cabeza y abandonar su Valladolid natal para anunciar el Evangelio más allá de las fronteras nacionales y, en la mayoría de los casos, echar una mano a los más desfavorecidos de esos países.
Por encima de ese denominador común, cada una de las banderitas ancladas en el atlas resume una historia diferente: desde la del sacerdote que se ofrece a su obispo para desempeñar una labor concreta en un territorio concreto, a la de la religiosa que hace sus maletas consciente de que acabará sus días en el país de destino, pasando por alguna pareja neocatecumenal que opta por dejar atrás una vida de familia bastante más acomodada.
El lugar lo deciden las propias congregaciones -la mayoría abre hogares y regenta colegios u hospitales en los países del Tercer Mundo- o la dirección de las Obras Nacionales Pontificias, aunque gran parte de los evangelizadores vallisoletanos trabajan en Iberoamérica y, en especial, en Venezuela, Chile, Argentina, Méjico y Colombia.
Pese a que Castilla y León continúa siendo cuna de la mayoría de los apóstoles que la Iglesia española tiene repartidos por el mundo, el descenso de vocaciones misioneras va en paralelo al de las religiosas. «Entre 1975 y 1980 podíamos superar los 400 en Valladolid -explica el responsable de la Delegación de Misiones, Javier Carlos Gómez- y, aún hoy en día, los cerca de 4.000 misioneros castellanos y leoneses continúan representando más de un quinto del total nacional». En Valladolid, por ejemplo, todavía se dan casos como el del pueblo de Langayo, que con poco más de trescientos vecinos cuenta con cuatro evangelizadores, retirados o en activo.
La edad de los misioneros también es un reflejo de esa escasez de vocaciones que vive la Iglesia Católica y, en la actualidad, tan solo seis apóstoles de la provincia tienen menos de cuarenta años y el grupo más numeroso, con cerca de un centenar de religiosos, nacieron antes de 1940, por lo que ya han cumplido los setenta años. Luis Miguel González Sastre (Valladolid, 1970) ha sido el último sacerdote en abandonar la Diócesis de Valladolid en busca de nuevos cristianos, en este caso en República Dominicana.«Solicité la misión porque soñaba con un mundo nuevo. Cuando eres joven quieres cambiar la Iglesia y el mundo». En 1968 José María Gordo Fernández desembarcaba en Perú, país en el que residiría durante 25 años, hasta que volvió a Valladolid para cumplir con otro mandamiento, el cuarto, y cuidar de sus padres.
El cuarto de siglo que el actual párroco de Olmedo permaneció en distintas barriadas peruanas, trabajando fundamentalmente con los niños y las mujeres y a través de Cáritas, le sirvió para «crecer como hombre y como sacerdote» y le convenció de que «todo esfuerzo que se dirija a ayudar a los más pequeños es la mejor inversión para el futuro, porque ellos son el principal capital humano de cualquier país».
La experiencia -«se la recomendaría a cualquier sacerdote diocesano que tenga la oportunidad de hacerla realidad»- le dejó en herencia dos imágenes que no tiene intención de borrar de su retina: «la de la humanidad y la generosidad de aquella gente que, teniendo mucho menos que nosotros, transmitía felicidad».
José María Gordo, al igual que le sucede a Francisco Javier Fernández Guerra -misionero en África y ahora párroco en Tordesillas- o a Santiago Milán Macías -evangelizador en Brasil y ahora sacerdote en Laguna de Duero- continúa hoy desarrollando su labor apostólica, aunque en un escenario bastante diferente. «El sacerdote o el misionero tienen que saber 'encarnarse' estén donde estén. No deben ser nunca 'de fuera' -aclara- sino 'cholos' cuando están en Perú y olmedanos cuando están en Olmedo».
Los Maristas, las Hijas de Jesús, las Esclavas, la Compañía de Santa Teresa y los Salesianos son las congregaciones con un mayor número de misioneros vallisoletanos en activo, fundamentalmente en el Tercer Mundo y en lugares en situación de conflicto, aunque el panorama ha cambiado notablemente en las últimas décadas. La descristianización que vive Occidente hace que haya pasado de ser 'exportador' a 'importador' de religiosos, lo que se traduce tanto en la cada vez mayor presencia de sacerdotes foráneos en las parroquias vallisoletanas, como en una radical transformación en el perfil del nuevo misionero.
«El número de vocaciones misioneras nativas es cada vez mayor y, mientras que antes favorecíamos su formación en España, ahora les proporcionamos los medios para que eduquen en sus países de origen. De ahí que decidiéramos poner en marcha la campaña de San Pedro Apóstol para recaudar fondos encaminados a crear becas de estudio que oscilan entre los 1.800 y los 2.000 euros y cubren cinco años de su formación», comenta Javier Carlos Gómez.
Campañas recaudatorias
Las campañas periódicas son el método que utilizan las diferentes delegaciones de Misiones para hacer frente al tercero de sus objetivos, tras el de servir de enlace entre los evangelizadores y sus países y el de alentar la conciencia misionera en la sociedad occidental. La Diócesis de Valladolid recauda al año alrededor de 281.000 euros -fundamentalmente en las parroquias, los colegios y las congregaciones, pero también a través de donaciones particulares- que se envían a la central en Madrid de las Obras Misionales Pontificias y que se reparten después desde Roma entre todas las misiones de la Iglesia Católica.
«A diferencia del resto de las ONG, la Iglesia trabaja la universalidad. No hay apadrinamientos, ni proyectos concretos para los misioneros vallisoletanos, ni financiados exclusivamente por la provincia de Valladolid. El dinero se lleva allá donde se necesita con independencia de su procedencia», resume Gómez, quien explica, sin embargo, que España contribuyó en 2010 con alrededor de 1,8 millones de euros a financiar una veintena de proyectos diferentes.
En cuanto a la 'generosidad' de la contribución de las distintas provincias a esa bolsa nacional, el sacerdote lo tiene claro: depende exclusivamente del grado de 'cristianización' de la sociedad. Por ello, es habitual que Castilla y León y el País Vasco, por ejemplo, superen porcentualmente a Cataluña. «En cualquier de los proyectos de la comunidad misionera -aclara- influye sobre todo la percepción creyente de la vida».

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