Nuevo escenario para Córdoba, por Juan José Primo Jurado
22.07.09 @ 12:10:30. Archivado en Sociedad
EN 1990 un grupo de cosmonautas, bandera roja, hoz y martillo al hombro, tomaban el relevo de sus camaradas en la estación MIR, orgullo de la investigación espacial soviética. Año y pico después, cuando volvían a la Tierra, su país simplemente había desaparecido y Rusia, el principal de los quince estados surgidos de la fragmentación, había trocado la bandera por la tricolor. En Córdoba, en 1999 la integración de Cajasur en una gran caja andaluza se estimó casi unánimemente como un agravio, pero diez años después, el inicio de esa fusión ha sido recibido bien por las instituciones y por el propio Cajasur.
De seguro que aquellos cosmonautas no se quedaron más perplejos que muchos cordobeses hoy, cuando leen el posible proceso de fusión entre Unicaja, Caja Jaén y Cajasur. Y sin embargo, en la Historia los acontecimientos nunca ocurren por casualidad. Aquellos cosmonautas, como muchos de sus conciudadanos, sabían de los graves problemas por los que atravesaba la URSS y el colapso al que se avocaba el régimen. En Córdoba tampoco era desconocida la situación por la que atravesaba Cajasur, la situación económica general española y en concreto la de las cajas de ahorros.
Simplemente los tiempos y las circunstancias cambian. El balance que ofrece Cajasur hoy no es tan positivo como hace diez años. Sus problemas no han surgido en los últimos tres, sino que comienzan, precisamente, a partir de ese 1999, cuando se embarcó en peligrosos operaciones inmobiliarias y arriesgadas concesiones de créditos, como ha señalado el Banco de España. Por eso, a quienes caigan en la tentación de ensalzar el pasado y mirar con nostalgia a él, habría que pedirles que reflexionasen sobre que ese pasado elevó a la caja pero también la comprometió.
La decisión del inicio de la integración cuenta con la aquiescencia de sus principales agentes, Iglesia, Junta de Andalucía y partidos políticos. Y ha sido aplaudido por la casi totalidad de las voces autorizadas que han hablado. Las condiciones pactadas para esa integración avalan ese aplauso: mantenimiento de una subsede financiera en Córdoba, con una importante área de negocio: obra social y cultural propia; una fundación para salvaguardar los intereses de la Iglesia como entidad fundadora; «compromiso de estabilidad» para la plantilla; y una importante cuota en los órganos de gobierno de la futura caja.
Claro que todo esto habrá que irlo poniendo ahora negro sobre blanco. Ahí es donde comienza lo verdaderamente importante. Las negociaciones próximas, los profesionales en los que se confíe para forjar el futuro, tendrán que estar a la altura de las circunstancias de este momento histórico en el que entran Córdoba y Cajasur. Ellas tendrán que hacer realidad esas condiciones y la posición de ventaja desde la que se parte. Lo contrario sería un fracaso inaceptable para Córdoba. También para eso se requerirá inteligencia, trabajo, vocación de servicio y libertad para tomar las decisiones.
Durante mucho tiempo se dijo que Córdoba era Cajasur y Cajasur era Córdoba, para lo bueno y lo malo. Los aspectos positivos de esa expresión no tienen porqué cambiar en este nuevo escenario, aunque sea más amplio y complejo. Precisamente, una de las fortalezas de Cajasur es su arraigo en nuestra tierra y la enorme confianza que clientes e impositores y los beneficiados de su obra social y cultural le tienen. Lo de los nombres, las marcas o las banderas es lo de menos, lo imprescindible es la buena gestión y seguir ganándose la confianza de los cordobeses.
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