El cuarto sacramento en vías de restauración. Proveen el Cura de Ars y el padre Pío
Filas interminables de penitentes hacían la cola en sus confesionarios. Y Benedicto XVI los propone como modelos para volver a dar vida al sacramento del perdón. Sorpresa: también el cardenal Martini está de acuerdo con el Papa. Quiere directamente un Concilio a tal fin
por Sandro Magister
ROMA, 22 de junio de 2009 – Al inaugurar el Año Sacerdotal, pensado y querido personalmente por él, Benedicto XVI ha dicho que su finalidad es mostrar "cuan importante es la santidad de los sacerdotes para la vida y la misión de la Iglesia".
Y ha ofrecido como modelos de tal santidad al Cura de Ars y al padre Pío.
Al primero lo recordó en la carta con la que inauguró el Año Sacerdotal, el viernes 19 de junio, festividad del Sagrado Corazón de Jesús. En cuanto al segundo, ha ido en peregrinación al lugar donde vivió, San Giovanni Rotondo, el domingo 21 de junio.
Estos dos santos no tienen un perfil acorde a la moda. Ambos nacieron en familias de agricultores, no estaban dotados, uno fue párroco y el otro fraile franciscano en dos pueblos perdidos, de Francia en el siglo XIX y de Italia en el siglo XX. Pero su santidad fue tan reluciente que miríadas de personas, también de muy lejos, acudieron para implorar de ellos el perdón de Dios, en interminables colas en sus confesionarios (en la foto, el padre Pio).
La oración, la eucaristía, el sacramento de la penitencia: su santidad se irradiaba a partir de estas tres luces.
Sobre todo golpea la tercera luz, en una época como la actual, en la que el sacramento de la Penitencia es muy poco practicado, abandonado también a causa de la negligencia de muchos sacerdotes.
Sobre la necesidad de volver a vida a este sacramento, Benedicto XVI ha insistido en particular al inaugurar el Año Sacerdotal.
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Lo ha hecho ante todo en este pasaje de la carta de inauguración del Año, coincidente con el 150º aniversario del "dies natalis" del santo Cura de Ars, Juan María Vianney:
"Los sacerdotes no deberían resignarse nunca a ver vacíos sus confesionarios ni limitarse a constatar la indiferencia de los fieles hacia este sacramento. En Francia, en tiempos del Santo Cura de Ars, la confesión no era ni más fácil ni más frecuente que en nuestros días, pues el vendaval revolucionario había arrasado desde hacía tiempo la práctica religiosa. Pero él intentó por todos los medios, en la predicación y con consejos persuasivos, que sus parroquianos redescubriesen el significado y la belleza de la Penitencia sacramental, mostrándola como una íntima exigencia de la presencia eucarística.
"Supo iniciar así un 'círculo virtuoso'. Con su prolongado estar ante el sagrario en la Iglesia, consiguió que los fieles comenzasen a imitarlo, yendo a visitar a Jesús, seguros de que allí encontrarían también a su párroco, disponible para escucharlos y perdonarlos. Al final, una muchedumbre cada vez mayor de penitentes, provenientes de toda Francia, lo retenía en el confesionario hasta 16 horas al día.
"Se comentaba que Ars se había convertido en 'el gran hospital de las almas'. Su primer biógrafo afirma: 'La gracia que conseguía [para que los pecadores se convirtiesen] era tan abundante que salía en su búsqueda sin dejarles un momento de tregua'. En este mismo sentido, el Santo Cura de Ars decía: 'No es el pecador el que vuelve a Dios para pedirle perdón, sino Dios mismo quien va tras el pecador y lo hace volver a Él... Este buen Salvador está tan lleno de amor que nos busca por todas partes'.
"Todos los sacerdotes hemos de considerar como dirigidas personalmente a nosotros aquellas palabras que él ponía en boca de Jesús: 'Encargaré a mis ministros que anuncien a los pecadores que estoy siempre dispuesto a recibirlos, que mi misericordia es infinita'. Los sacerdotes podemos aprender del Santo Cura de Ars no sólo una confianza infinita en el sacramento de la Penitencia, que nos impulse a ponerlo en el centro de nuestras preocupaciones pastorales, sino también el método del “diálogo de salvación” que en él se debe entablar.
"El Cura de Ars se comportaba de manera diferente con cada penitente. Quien se acercaba a su confesionario con una necesidad profunda y humilde del perdón de Dios, encontraba en él palabras de ánimo para sumergirse en el 'torrente de la divina misericordia' que arrastra todo con su fuerza. Y si alguno estaba afligido por su debilidad e inconstancia, con miedo a futuras recaídas, el Cura de Ars le revelaba el secreto de Dios con una expresión de una belleza conmovedora: 'El buen Dios lo sabe todo. Antes incluso de que se lo confeséis, sabe ya que pecaréis nuevamente y sin embargo os perdona. ¡Qué grande es el amor de nuestro Dios que le lleva incluso a olvidar voluntariamente el futuro, con tal de perdonarnos!'.
"A quien, en cambio, se acusaba de manera fría y casi indolente, le mostraba, con sus propias lágrimas, la evidencia seria y dolorosa de lo 'abominable' de su actitud: Lloro porque vosotros no lloráis', decía. 'Si el Señor no fuese tan bueno… pero lo es. Hay que ser un bárbaro para comportarse de esta manera ante un Padre tan bueno'.
"Provocaba el arrepentimiento en el corazón de los tibios, obligándoles a ver con sus propios ojos el sufrimiento de Dios por los pecados como 'encarnado' en el rostro del sacerdote que los confesaba. Si alguno manifestaba deseos y actitudes de una vida espiritual más profunda, le mostraba abiertamente las profundidades del amor, explicándole la inefable belleza de vivir unidos a Dios y estar en su presencia: 'Todo bajo los ojos de Dios, todo con Dios, todo para agradar a Dios… ¡Qué maravilla!'. Y les enseñaba a orar: 'Dios mío, concédeme la gracia de amarte tanto cuanto yo sea capaz'".
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Y nuevamente Benedicto ha vuelto a pedir a los sacerdotes que se hagan cargo del sacramento de la Penitencia, en este pasaje de su discurso en San Giovanni Rotondo:
"Como el Cura de Ars, también el padre Pío nos recuerda la dignidad y la responsabilidad del ministerio sacerdotal. ¿Quién no quedaba impactado por el fervor con el que él revivía la Pasión de Cristo en cada celebración eucarística? Del amor por la Eucaristía brotaba en él, al igual que en el Cura de Ars, una disponibilidad total para acoger a los fieles, sobre todo a los pecadores.
"Además, si san Juan María Vianney, en una época atormentada y difícil buscó en todas las formas posibles hacer redescubrir a sus parroquianos el significado y la belleza de la penitencia sacramental, para el santo fraile del Gárgano el cuidado de las almas y la conversión de los pecadores fueron un deseo que lo consumió hasta la muerte. ¡Cuántas personas han cambiado de vida gracias a su paciente ministerio sacerdotal; cuántas horas largas él trascurría en el confesionario!
"Igual que para el Cura de Ars, es precisamente el ministerio del confesor el que constituye el mayor título de gloria y el rasgo distintivo de este santo fraile capuchino. ¿Cómo entonces no darnos cuenta de la importancia que tiene participar devotamente en la celebración eucarística y de arrimarse frecuentemente al sacramento de la Confesión? En particular, el sacramento de la Penitencia se valoriza todavía más, y los sacerdotes no deberían jamás resignarse a ver desiertos sus confesionarios ni limitarse a constatar el desapego que manifiestan los fieles respecto a esta extraordinaria fuente de serenidad y de paz".
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Al referirse al comienzo del Año Sacerdotal, las crónicas periodísticas casi no han dado ningún relieve a esta insistencia del Papa sobre el sacramento de la penitencia.
Las crónicas han resaltado, más que nada, el pasaje en el que Benedicto XVI ha deplorado la malvada conducta de algunos pastores de la Iglesia, "sobre todo de aquéllos que se convierten en 'ladrones de ovejas' (Juan 10, 1 y siguientes), ya sea porque las desvían con sus doctrinas privadas, ya sea porque las atan con los lazos del pecado y de la muerte".
Han resaltado también el otro pasaje en el que el Papa ha dicho que "también para nosotros sacerdotes se aplica el llamamiento a la conversión y a recurrir a la Misericordia Divina, e igualmente debemos dirigir con humildad incesante la súplica al Corazón de Jesús para que nos preserve del terrible riesgo de dañar a aquéllos a quienes debemos salvar".
Pero es evidente que el objetivo número uno del Año Sacerdotal convocado por Benedicto XVI es precisamente la práctica renovada de la confesión sacramental.
El objetivo va a contramano del espíritu derrotista que tantos obispos y sacerdotes muestran frente a la caída en desuso de este sacramento.
Pero se sabe que ese objetivo es compartido también por un alto exponente de la Iglesia, que en muchos aspectos es el que menos está en sintonía con este pontificado y con el anterior: el cardenal Carlo Maria Martini.
Prueba de esto lo constituye una entrevista que le hiciera Eugenio Scalfari en "la Repubblica" del 18 de junio de 2009, vigilia de la apertura del Año Sacerdotal.
En ella el cardenal Martini ha confirmado su conocida clasificación personal de los mayores problemas de la Iglesia de hoy, "en orden de importancia":
"Ante todo, la actitud de la Iglesia hacia los divorciados, luego el nombramiento o la elección de los obispos, el celibato de los sacerdotes, el rol del laicado católico, las relaciones entre la jerarquía y la política".
Y además ha relanzado su idea de convocar urgentemente a un nuevo Concilio, cuyo primer tema debería ser precisamente "la relación de la Iglesia con los divorciados".
Pero inmediatamente después ha agregado:
"Hay otro tema que un próximo Concilio debería afrontar: el del recorrido penitencial de la propia vida. La confesión es un sacramento extremadamente importante pero actualmente exangüe. Son cada vez menos las personas que lo practican, pero sobre todo su ejercicio se ha tornado casi mecánico: se confiesa algún pecado, se obtiene el perdón, se recita alguna oración y todo termina así, en la nada o algo más. Es necesario devolver a la confesión una sustancia que sea verdaderamente sacramental, un recorrido de arrepentimiento y un programa de vida, una confrontación constante con el propio confesor, en síntesis: una dirección espiritual".
Ya es una noticia que el cardenal Martini y el papa Joseph Ratzinger se encuentren de acuerdo en algo.
Pero lo es más todavía por el objeto en el que acuerdan: "devolver una sustancia" al más descuidado de los siete sacramentos. Esa "sustancia" que el santo Cura de Ars y el padre Pío han hecho refulgir en un gran número de personas, en miríadas de penitentes que buscan la misericordia de Dios.
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La carta de Benedicto XVI para la proclamación del Año Sacerdotal:
> "Queridos hermanos en el sacerdocio..."
La homilía papal en las vísperas de la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, el 19 de junio de 2009, día de la apertura del Año Sacerdotal:
> "Cari fratelli e sorelle..."
Las homilías y los discursos del Papa en el lugar donde vivió el Padre Pío, el domingo 21 de junio de 2009:
> Visita a San Giovanni Rotondo
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Un anterior servicio de www.chiesa sobre el tema:
> Nuevas tendencias: el retorno al confesionario
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La entrevista al cardenal Carlo Maria Martini en "la Repubblica" del 18 de junio de 2009:
> Il cardinale Martini: "Un Concilio sul divorzio"
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