LA IGLESIA CATÓLICA NO MANDÓ ASESINAR A HIPATIA, COMO ASEGURA EL CINEASTA
Alejandro Amenábar ha presentado en Cannes su película «Ágora», sobre Hipatia, filósofa del siglo V asesinada en Alejandría por una turba violenta. El director de «Mar Adentro» afirma que su película quiere ser una «celebración del diálogo». Ateo confeso, homosexual, ex alumno de internado escolapio, dice que su película se llama «Ágora», refiriéndose a que nuestro mundo es una plaza donde todos pueden vivir y debatir sin usar la violencia. Pero en la verdadera Alejandría era frecuente la violencia entre facciones (judíos, paganos, cristianos, autoridades imperiales) y no siempre por razones religiosas.
Como recuerda el doctor en Antropología y licenciado en Filología Clásica y Derecho Miguel Ángel García Olmo, «en 361 d.C. una muchedumbre en Alejandría sacó de la iglesia al obispo Jorge, lo ató a un camello, lo despedazó y quemó sus restos; y en 457 arrastraron al obispo Proterio por las calles y luego lo echaron al fuego». Y añade: «En el caso de Hipatia, había dos facciones, ambas con cristianos, la del obispo Cirilo y la del gobernador Orestes, y a Hipatia la mató una turba por su posición política, más que religiosa».
Treinta años antes del caso de Hipatia, según el historiador Sócrates Escolástico (Historia Eclesiástica III,2), en el templo de Mitra de Alejandría se encontraron restos macabros de sacrificios humanos paganos, que enfurecieron a la población, con su consiguiente algarada callejera.
En estos tiempos tumultuosos se enmarca la plebe violenta que en el 415 ataca a Hipatia por las calles y la mata con cascotes de tejas de construcción («óstraka»), y no «despellejándola con conchas de moluscos», como dice el físico (no historiador) Carl Sagan, fuente principal de Amenábar. Hipatia tenía entonces unos sesenta años y por supuesto no se parecía a Rachel Weisz, la guapa protagonista de la película.
Aunque pagana y neoplatónica, dio clases sin problemas durante muchos años siendo obispo Teófilo, pese a ser muy duro con los edificios paganos. Según la historiadora Maria Dzielska, parece que Hipatia abandonó su neutralidad para aliarse con el gobernador Orestes, un recién llegado a Alejandría, que estaba enfrentado con el obispo san Cirilo.
Para García Olmo, san Cirilo (que por supuesto no dio orden alguna de matar a la matemática) se convirtió en un chivo expiatorio de cierta historiografía. «Hipatia, que era una matemática, astrónoma y filósofa neoplatónica, pasó a encarnar el rol de mártir de la ciencia ilustrada desde Gibbon y Voltaire», señala.
La muerte de Hipatia a manos de descontrolados fue algo que lamentaron ya los cristianos de la época. «Si hay algo ajeno a los que tienen los sentimientos de Cristo, son las muertes, luchas y cosas por el estilo», escribió sobre el hecho el historiador contemporáneo Sócrates Escolástico. Sinesio de Cirene, discípulo de Hipatia que llegaría a ser obispo de Ptolemaida, la recordó con cariño en sus cartas.
«La película relata ese momento en que los cristianos pasan de ser perseguidos a ser perseguidores. El cine ha contado mucho la primera etapa, pero no esta otra», ha declarado Amenábar.
Sin embargo, el padre José Antonio Fortea comenta que «en el género “peplum” sólo recuerdo a “Quo Vadis” y poco más sobre persecuciones». Para este sacerdote, se quiere dar la sensación de que la Iglesia estaba contra la razón, «cuando al leer a los autores del siglo V no vemos recelos contra la razón y la filosofía». En un semanario, Amenábar dice que optó por el ateísmo al leer en el Evangelio la escena en que Jesús en Gerasa expulsó a unos demonios a una piara de cerdos. «Era un desafío a mi razón y mi esquema de valores: ¿qué culpa tenían los cerdos y su dueño?». Fortea, autor de varios estudios sobre demonología, explica el pasaje: «Jesús libera a un endemoniado, los demonios piden ir a los cerdos, Jesús lo permite y los cerdos se arrojan a un barranco. Así Jesús enseña a los testigos que los demonios lo que quieren es llevarnos a la muerte».
Alejandro Amenábar ha presentado en Cannes su película «Ágora», sobre Hipatia, filósofa del siglo V asesinada en Alejandría por una turba violenta. El director de «Mar Adentro» afirma que su película quiere ser una «celebración del diálogo». Ateo confeso, homosexual, ex alumno de internado escolapio, dice que su película se llama «Ágora», refiriéndose a que nuestro mundo es una plaza donde todos pueden vivir y debatir sin usar la violencia. Pero en la verdadera Alejandría era frecuente la violencia entre facciones (judíos, paganos, cristianos, autoridades imperiales) y no siempre por razones religiosas.
Como recuerda el doctor en Antropología y licenciado en Filología Clásica y Derecho Miguel Ángel García Olmo, «en 361 d.C. una muchedumbre en Alejandría sacó de la iglesia al obispo Jorge, lo ató a un camello, lo despedazó y quemó sus restos; y en 457 arrastraron al obispo Proterio por las calles y luego lo echaron al fuego». Y añade: «En el caso de Hipatia, había dos facciones, ambas con cristianos, la del obispo Cirilo y la del gobernador Orestes, y a Hipatia la mató una turba por su posición política, más que religiosa».
Treinta años antes del caso de Hipatia, según el historiador Sócrates Escolástico (Historia Eclesiástica III,2), en el templo de Mitra de Alejandría se encontraron restos macabros de sacrificios humanos paganos, que enfurecieron a la población, con su consiguiente algarada callejera.
En estos tiempos tumultuosos se enmarca la plebe violenta que en el 415 ataca a Hipatia por las calles y la mata con cascotes de tejas de construcción («óstraka»), y no «despellejándola con conchas de moluscos», como dice el físico (no historiador) Carl Sagan, fuente principal de Amenábar. Hipatia tenía entonces unos sesenta años y por supuesto no se parecía a Rachel Weisz, la guapa protagonista de la película.
Aunque pagana y neoplatónica, dio clases sin problemas durante muchos años siendo obispo Teófilo, pese a ser muy duro con los edificios paganos. Según la historiadora Maria Dzielska, parece que Hipatia abandonó su neutralidad para aliarse con el gobernador Orestes, un recién llegado a Alejandría, que estaba enfrentado con el obispo san Cirilo.
Para García Olmo, san Cirilo (que por supuesto no dio orden alguna de matar a la matemática) se convirtió en un chivo expiatorio de cierta historiografía. «Hipatia, que era una matemática, astrónoma y filósofa neoplatónica, pasó a encarnar el rol de mártir de la ciencia ilustrada desde Gibbon y Voltaire», señala.
La muerte de Hipatia a manos de descontrolados fue algo que lamentaron ya los cristianos de la época. «Si hay algo ajeno a los que tienen los sentimientos de Cristo, son las muertes, luchas y cosas por el estilo», escribió sobre el hecho el historiador contemporáneo Sócrates Escolástico. Sinesio de Cirene, discípulo de Hipatia que llegaría a ser obispo de Ptolemaida, la recordó con cariño en sus cartas.
«La película relata ese momento en que los cristianos pasan de ser perseguidos a ser perseguidores. El cine ha contado mucho la primera etapa, pero no esta otra», ha declarado Amenábar.
Sin embargo, el padre José Antonio Fortea comenta que «en el género “peplum” sólo recuerdo a “Quo Vadis” y poco más sobre persecuciones». Para este sacerdote, se quiere dar la sensación de que la Iglesia estaba contra la razón, «cuando al leer a los autores del siglo V no vemos recelos contra la razón y la filosofía». En un semanario, Amenábar dice que optó por el ateísmo al leer en el Evangelio la escena en que Jesús en Gerasa expulsó a unos demonios a una piara de cerdos. «Era un desafío a mi razón y mi esquema de valores: ¿qué culpa tenían los cerdos y su dueño?». Fortea, autor de varios estudios sobre demonología, explica el pasaje: «Jesús libera a un endemoniado, los demonios piden ir a los cerdos, Jesús lo permite y los cerdos se arrojan a un barranco. Así Jesús enseña a los testigos que los demonios lo que quieren es llevarnos a la muerte».
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